11/03/2012

El tiempo transcurre inexorable,
otro once naciente se avecina.
El camino se antoja inacabable,
el viajero mantiene su rutina.
Dirige sus pasos hacia el norte,
mantiene sus fuerzas todavía.
Nada retiene al caminante,
sigue adelante cada día.
El viajero se siente libre y vivo,
no busca nada, solo lo encuentra.
El viaje le colma de sorpresas,
y él se sorprende todavía.
Se deja seducir por la vereda,
vibra y se abandona a sus encantos.
La senda le atrapa y le fascina,
le llena de paz y de armonía.

(El viajero solitario)




Domingo 11/03/2012. Atrapado en Filadelfia: una ciudad fantasma en fin de semana.
Las largas calles y avenidas desiertas, de recto trazado, le recuerdan que se encuentra en una población de colonos. Al mirar al horizonte se percibe la reverberación del calor. Abajo, un manto neblinoso y rojizo levanta una cortina acuosa que asciende hacia el sol plomizo que castiga, sin compasión, las espaldas del viajero. A los lados, junto al hotel Florida, se encuentran los edificios principales pertenecientes a la cooperativa mennonita: un parque que se cierra los fines de semana y dos museos. Los carteles y señales de las calles están escritos en español y alemán. Todo está vacío.
El viajero, más solitario que nunca se mueve a paso lento y cansado, siente como el sudor empapa su ropa. Algunos vehículos se dirigen hacia un edificio próximo, frenan cortésmente su marcha para no llenarle de polvo, y los conductores le saludan.
- Seguro que se estarán preguntando, qué hace ese tipo caminando al sol con una cámara colgada al cuello. Piensa el viajero.
Una señora que va de paquete en una motocicleta, con un libro en las manos forrado de piel, le señala el camino y le dice una frase de la que solo rescata la palabra iglesia.
Efectívamente, a unos doscientos metros observa un aparcamiento lleno de autos y motocicletas. Un cartel anuncia: Iglesia evangélica mennonita. Entra. El predicador adapta su oración al verle entrar y pide al Señor por las personas de paso que nos visitan. Parte de los asistentes se vuelven y dirigen sus sonrientes miradas  hacia el intruso.
Antes de que finalice la reunión, el viajero, discretamente abandona el salón y se dirige a la terminal de omnibus para organizar su viaje a Bolivia. Todo está cerrado. Unos mecánicos reparan el colectivo averiado que vio como era remolcado, varios kilómetros antes de la entrada a la ciudad, por otro colectivo.
Los mecánicos le dicen que lo están reparando para salir a la tarde, que es uno de los que le acercará a Mariscal Estigarribia, donde deberá tomar otro, después de pasar los trámites de emigración, que le lleve a Santa Cruz de la Sierra.
Se vuelve al hotel y decide quedarse hasta el lunes para encontrar otra alternativa de viaje. No tiene la menor intención de tomar ese trasto.
Sale en dos ocasiones para ver que pasa. La ciudad sigue muerta. Al atardecer comienzan a aparecer algunos vehículos que regresan: se inica la operación retorno.





Lunes 12/03/2012. La ciudad ha despertado. Los comercios están abiertos. Se ve gente por la calle, no demasiada por cierto. El viajero ha conseguido su billete para Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) y vuelve tranquilo al hotel para hacer la salida. Debe quedarse todavía hasta las veintiuna horas. Tomará un primer colectivo hasta Mariscal Estigarribia y allí deberá esperar varias horas hasta tomar el procedente de Asunción. Le esperan muchas horas de viaje y muchas horas de espera. 
hotel Florida
Se refugia en el hotel para ponerse al día con sus correos, sus llamadas y consultas sobre el disponible de la cuenta, muy mermada por los constantes gastos.
A la tarde sale de nuevo. El calor aprieta. Nada más una pequeña vuelta por el jardín botánico que hay enfrente del hotel. Unas fotos y nuevamente al refugio.







Martes 13/03/2012. Martes y trece. Nuestro incansable viajero ha tomado un colectivo desde Filadelfia hasta Mariscal Estigarribia. A las 10 de la noche del lunes el bus le tira en medio de ninguna parte. El conductor anuncia ¡Migraciones!, el viajero se levanta de su asiento baja del bus y le dejan las maletas al borde de la ruta. Una luz mortecina en una edificación próxima indica que hay posibilidades de vida humana. Arrastrando sus pesadas cargas se aproxima a la luz cual insecto nocturno. Debajo de la farola de luz amarillenta y mortecina puede leerse el cartel de aduana. Se adentra en el recinto, una cuadrilla de perros le reciben con sus ladridos avisadores, son unos simpáticos labradores tremendamente escuálidos. Una vez dentro del recinto un señor se le acerca y le indica que debe ir a una casita que se encuentra próxima al lugar. Desanda lo andado, las ruedas se atoran en la arena. Calor, mucho calor y los inevitables mosquitos rodean en actitud hostil su sudorosa cabeza. Alguno más atrevido, haciendo caso omiso del pestazo a repelente que cubre todo su cuerpo, le silva al oído. En la caseta dos fluorescentes dentro de un porche con unas butacas fijas señalan la dirección de su destino. Llega. Coloca sus maletas apoyadas en una columna. Un extraño personaje da orden a los perros para que se callen y no incomoden al visitante: tez morena, mirada extraña, acento diferente. Al viajero le resulta sorprendente que una persona así trabaje en el departamento de emigración, pero evita hacer juicios previos.
Al principio, el sujeto no parece muy hospitalario. Se limita a decirle que debe esperar hasta las dos y media o tres de la madrugada al bus que le llevará a Bolivia.
- ¡Joder! ¡Faltan cinco putas horas! Se increpa a sí mismo murmurando.
- El autobús procedente de Bolivia llegará a las once y media aproximadamente. Anuncia el extraño personaje cerrando toda conversación.
El viajero saca el repelente, se embadurna del apestoso líquido y respira profúndamente para relajarse y no montar en cólera. Saca pacientemente sus gafas y se pone a leer un libro que lleva días tratando de acabar.
El zumbido constante del móvil del tipo le empieza a resultar molesto. Recibe y manda mensajes de forma continuada.
La puerta se abre, aparece un funcionario y saluda. El viajero le pregunta dónde podría conseguir agua. Explica que en Filadelfia le habían informado que en el puesto había un servicio de comidas y bebidas. El tipo, serio y sin dar el más leve signo de confianza, le responde que a las nueve y media todo está cerrado. No obstante se introduce en la dependencia y saca una botella de agua fresca y un vaso. El viajero se toma sin parpadear tres vasos repletos de agua y agradece el gesto. El tipo se encoje de hombros, se introduce en las dependencias y le dice al oscuro personaje que le avise cuando venga el bus de Bolivia, que va a tratar de dormir un poco. Cierra la puerta y desaparece.
Un grupo de caballos que circulan por el exterior se introducen en el patio, los perros ladran. El muchacho los ahuyenta y los saca del recinto. El viajero hace un comentario y, sorprendentemente, el tipo comienza a charlar con él amigablemente.
Le explica que es de Sri lanka, que emigró a Inglaterra y de allí con pasaporte falso se desplazó hasta Paraguay. Fue condenado a diez meses de cárcel por falsificación de documentos y no le concedieron el asilo político solicitado. Sin embargo, después de cumplir su condena, está trabajando en el puesto de Mariscal Estigarribia (¿¡!?) haciéndose cargo de los baños, de la limpieza de las dependencias y de atender a los viajeros que tienen que sellar su pasaporte o registrar su entrada o salida de Paraguay proporcinándoles agua y limpiando los baños recibiendo a cambio del servicio unas monedas.
Con el dinero que está obteniendo por las propinas trata de pagarse los trámites para legalizar su estancia en Paraguay. No recibe sueldo alguno, pero le han proporcionado una estancia con aire acondicionado y comida. Y..., aquí está, en el puñetero culo del mundo y feliz. ¡Ay que joderse!
Los mensajitos se suceden. Se introduce en su cubículo y cierra la puerta. El viajero se queda completamente sólo. Todavía quedan cuatro horas de espera. Se pone a leer. Al poco tiempo nota que la infinidad de insectos que revolotean a su alrededor se aproximan cada vez más con su característico silbido de ¡al ataque!. Se vuelve a embadurnar de nuevo del apestoso repelente. Lee. Se levanta. Se da un breve paseo por los alrededores. Mira el maravilloso cielo estrellado. Acaricia los perros. Observa los caballos. La luna le acompaña y le ilumina. Un sapo enorme se aproxima. La nube de mosquitos contínua su pertinaz acoso: esperan su oportunidad.
Mira su reloj: las once y cuarto. Solo ha pasado una hora.
- Luis, no te desesperes, todo pasa y todo llega. Se dice recordando al poeta.
Unas luces se aproximan, llega el autobús de Bolivia como estaba anunciado. Son las once y media exactamente. Se queda sorprendido por la puntualidad.
Se abre la puerta de la habitación del hindú. El ceilandés llena un cubo de agua con hielo y lo coloca sobre una silla junto a unos vasos de plástico. Avisa al funcionario.
Las puertas del puesto de migraciones se abren de par en par. Una persona entrega unos papeles y saluda con bromas al ceilandés en referencia a su color de piel. Comienzan a desfilar con aspecto de agotamiento los pasajeros. El viajero observa con atención su aspecto y sus comportamientos: unos joviales muchachos con la gorra de los colores de la enseña venezolana y la imprescindible figura del Che impresa en sus camisetas; los japoneses disparándose mutuamente repelente hasta agotar sus existencias; alguna indígena vestida con la falda multicolor hasta los tobillos; un gigantón rubio y de ojos claros con apariencia de mennonita; una pareja, chica y chico, ataviados con una suerte de traje regional que al viajero se le antoja alemán o austriaco, pero que es auténticamente chaqueño: con sus chalecos de brillantes botonaduras, camisa blanca bordada, pantalones acampanados que ocultan su calzado, todo de ante negro o marrón oscuro y tocados con unos sobreros flácidos de ala ancha; una bella oriental a la que el viajero acaba de retirar, enredado en su cabellera, un enorme escarabajo negro le saluda inclinando su cabeza reiteradas veces pronunciando unas palabras de agradecimiento absolutamente ininteligibles acompañadas de una suerte de risa histérica. Toda esa visión le sume al viajero en una especie de estupor.
Por un momento, se le antoja que se encuentra en un campo de concentración, que se está produciendo el recuento de los presos que introducen sus vasos en el cubo agua y  la toman con avidez.
Al viajero, a pesar que también tiene sed, no se le ocurre imitarles, ha visto como el ceilandés había tomado el agua de la canilla y con la mano había depositado un enorme trozo de hielo; se imagina las posibles consecuencias del desarreglo intestinal que la ingestión del preciado elemento puede causarle y prefiere esperar.
Desde el interior se escucha, de forma casi imperceptible y monótona a una persona recitando nombres.  Disciplinadamente, y con una mezcla de miedo y respeto, las personas se introducen en el puesto y salen con su documentación en la mano.
Los mosquitos atacan sin piedad a los viajeros que tratan de atajarlos a manotazos inútilmente. Una especie de baile sin música se inicia: golpeteos en la caras y el cuello, agachaditos rascándose los tobillos, con las manos hacia atrás tu espalda aliviarás, moviendo todo el cuerpo ahuyentarás los insectos, las manos hacia arriba y las palmas tocar.
Finalizados los trámites los pasajeros suben al colectivo y reinician su transitar hasta la capital. Las puertas se cierran y el viajero vuelve a sentirse sólo. La desagradable compañía de multitud de insectos golpeando los fluorescentes que iluminan el porche donde se ha acomodado, y el silbido de los bichitos en sus oídos, en clara disposición de ataque, le hace embadurnarse de nuevo del pestilente repelente. Torna a la lectura del libro inacabado. Sale a darse una vuelta por los alrededores admirando el estrellado cielo y las nubes iluminadas por la medialuna tumbada en lontananza. Vuelve a retomar la lectura. Espera. Consulta cada rato su reloj que parece tener muertas las agujas.
Escucha el sonido de un vehículo pesado que se aproxima: un enorme camión cisterna que transporta gas se introduce en la aduana, detrás le siguen otros dos. El tiempo transcurre lento e interminable y, ¡al fin!, aparece el colectivo con su renqueante sonido. Lo observa aproximarse y se lamenta al identificar que, por desgracia, cumple con las peores expectativas: sin aire acondicionado, ventanillas abiertas para recibir a los insectos, asientos destartalados,  mugrientos, y un intenso olor  a humanidad desaseada...
Cargan su equipaje sin el menor cuidado, apilándolo de cualquier forma en el maletero.Se coloca en la fila. Una señora le arrebata el pasaporte que porta en su mano sin mediar palabra y se introduce en el interior de las dependencias. Aguza el oído. Monótona y rítmicamente se van desgranando los nombres. Milagrosamente adivina el suyo y se introduce en una sala con tres funcionarios, a cuyo lado bien dispuesto se observa el termo y el tereré cebado.
- ¿Español? Pregunta la funcionaria sin el menor entusiasmo, mientras estampa ostentosamente su cuño en el pasaporte.
El compañero de al lado canta otro nombre. Con un movimiento de cabeza le indican la salida. El viajero se despide amablemente. Nadie le responde.
Dentro de todo ha tenido suerte. El desvencijado colectivo no está lleno y consigue acomodarse ocupando dos asientos mientras saluda en su camino a los pasajeros sin recibir respuesta verbal, alguna persona mueve la cabeza como toda respuesta. Todos reinician su dormitar. Al viajero le cuesta acomodar su postura, la larga espera le ha dejado exhausto y se sumerge en un ligero sueño del que despierta a los pocos minutos sintiendo un intenso dolor en las rodilla, vuelve a acomodarse y se duerme definitivamente. Despierta, consulta el reloj, tiene el cuello y la espalda doloridos, han pasado dos horas. La serie de duermevelas se sucede sin solución de continuidad.
El autobús para y baja a estirar su maltrecho cuerpo. Al descender observa que unos tipos parecen estar buscando su equipaje y pilla a uno de ellos abriendo las cremalleras de su maleta.
- ¡Qué está haciendo! Le increpa molesto alzando su voz.
Por detrás, una persona se presenta diciendo que son funcionarios de aduana de Bolivia y Paraguay que están revisando los equipajes.
El viajero se disculpa y se ofrece a abrir su equipaje. El funcionario al que había pillado abriendo su maleta, y que al escuchar su airada queja había cesado en el intento, le responde, casi asustado, que no es preciso y se limita a realizar sus indagaciones en otros equipajes. Los compañeros hacen chanzas con el equívoco y bromean con el viajero.
El viaje continúa. Las duermevelas se suceden. Comienza a despuntar el alba y arriban a un puesto fronterizo donde deben sellar el pasaporte. Reanudan la marcha por un camino de tierra rojiza al lado de la carretera. Desde la ventanilla se observan troncos apilados y montones de tierra y arena impidiendo el paso por el asfalto. ¡Joder! ¡Ya estamos en Bolivia! Exclama el viajero dirigiéndose al pasajero de al lado que ha identificado como boliviano y que le explica que están bloqueando el paso a los camiones de transporte para impedir el paso de mercancías desde Paraguay. El viajero calcula que han debido de recorrer más de cincuenta kilómetros por la pista saltando baches y patinando en el barro de algunas zonas.
Retornan al asfalto. La conversación con el paceño  Nicolás discurre fluida, charlan sobre sus familias, y en el hilo de la conversación Nicolás va desgranado sus ideas caducas, sobre el papel de la mujer, la homosexualidad y el racismo. Llegados a un punto se identifica como mormón e indisimuladamente trata de hacer proselitismo, lo cual empieza a incomodar al viajero que trata de huir de la discusión que puede surgir de la pésima concepción que el viajero tiene de las sectas. Al final se excusa diciendo que necesita echar un sueñecito.
El paisaje es espléndido identifica gran cantidad de palos borrachos algarrobos, alguna araucaria,  chivatos y jacarandás, al abrir sus ojos entre sueñecito y sueñecito.
Alguna parada en poblaciones cuyo nombre desconoce.
El viaje llega a su fin, se adentran en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra y a los pocos minutos se encuentra en la terminal. Nicolás se despide y le ayuda a contratar un taxi por veinte bolivianos menos de dos euros cincuenta. Le pide que le escriba al correo para mantener el contacto. El viajero le promete hacerlo, aunque en su fuero interno no está muy seguro de poder cumplir la promesa.
Se acomoda en el hotel Urbarí Apartament Resort que reservó a través de internet. Inicialmente pensó darse el gustazo de hospedarse en Los Tajibos, pero el precio era tres veces superior  y considera un gran acierto la decisión adoptada. El apartamento está muy bien: un pequeño salón cocina comedor, una cómoda habitación y un discreto baño, cuenta también con piscina, jardín y un coqueto patio interior todo ello por menos de treinta euros.

NOTA: Hoy no hay reportaje fotográfico. El viajero ha decidido que el lector ilustre este largo relato con las imágenes que evocan sus detalladas descripciones.





 
Miércoles 14/03/2012. El viajero ha dormido bien y se encuentra descansado del agotador viaje. Ayer a la tarde pidió hora para reparar sus uñas destrozadas por la psoriasis en un local muy coqueto autodenominado Uñaschic. Dos bellas muchachas una en cada mano le han realizado un trabajo perfecto, el mejor y el más económico de todos los que le han realizado.
Leidy y Dan
Toma algo en un restaurante de la plaza y se da un paseo disparando fotos a diestro y siniestro. No es fácil fotografiar a las personas. No sabe por qué extraña razón, sobre todo la gente más característica, vendedores y gente ataviada con ropa tradicional, huyen de la foto.
En la plaza escucha de vez en cuando el estruendo de unas tracas cercanas y se pregunta qué fiesta estarán celebrado. Se lo consulta a la camarera y le responde que no es una fiesta sino una marcha de protesta por algo de la municipalidad.
El viajero recuerda entonces, que ha leído en la prensa local, que pretenden procesar a una concejala que ha apoyado al alcalde,  a su vez procesado por algún tema de irregularidades en la gestión de los fondos municipales. Después de dar varias vueltas por los alrededores de la plaza llega al lugar de la protesta.  En una acera, charla con un amable señor que le explica que la situación política de la región y de la municipalidad esta siendo muy complicada. Los partidarios de Evo están lanzando acusaciones a los opositores que gobiernan en los municipios y departamentos, les presionan en los tribunales y en las calles, añade el señor. 
En ese momento el viajero se lanza a sacar fotos del grupo de manifestantes, se le antoja que son pocos. De la puerta del ayuntamiento, que se encuentra cerrada para impedir el acceso de los manifestantes, sale algún concejal que es abucheado y los medios de información le persiguen con sus cámaras parándole para que haga declaraciones. La concejala procesada también declara más adelante, se encuentra atrapada por los fotógrafos y cámaras de televisión  y una nube de periodistas que rodean su vehículo. No tiene más remedio que salir a hacer declaraciones.
El viajero toma fotos y vídeos del acontecimiento y de lo que llama su atención en las calles. Mas tarde toma un taxi y se retira al hotel para comunicarse con la familia y amigos por Skype.










Jueves 15/03/2012. Hoy el viajero se encuentra de muy bajo tono. El cansancio acumulado del viaje, agravado con las peripecias de las últimas jornadas, le está pasando factura. Le cuesta decidirse respecto a la ruta a seguir, se debate internamente entre las distintas opciones posibles: ir al altiplano visitando de nuevo Sucre, Potosí, Uyuni, Laguna colorada, hasta llegar de nuevo a Chile para admirar San Pedro de Atacama. O por el contrario marchar al Beni a pasar unos días en la selva amazónica pescando el Tucunaré. Ha estado en algunas agencias de viaje pero no ha encontrado nada satisfactorio. Piensa que está malgastando su tiempo de estancia en Santa Cruz.
Llegada la tarde se retira cansado al hotel y la idea de abandonar le ronda por la cabeza. Siente nostalgia por volver a su hogar y rencontrarse con los suyos y comienza a consultar vuelos de vuelta. Se siente abatido pensando que no va a ser capaz de visitar Cuzco y Machupichu, fracasado por no alcanzar su vaga idea inicial de conocer Perú y Ecuador.
La idea de tomar de forma inmediata un vuelo de retorno a casa le machaca obsesivamente. Cuando ya casi estaba determinado a abandonar realiza una llama a las oficinas de Hidalgo Tours para saludar a Pocho y a Juan Gabriel, familia del difunto Juanito Quesada al que el viajero dedica su blog. Desde la oficina le informan que Juan Gabriel se encuentra en Uyuni y que Pocho está en Santa Cruz.
¡Pocho en Santa Cruz! El ánimo del viajero se conforta. Llama sin tardar al celular y Pocho le reconoce al tiro. Se encuentra en una feria de turismo que se celebra en el hotel Los Tajibos. Imediatamente se pone en marcha y se lanza a visitarle.
El rencuentro le llena de alegría. Sigue igual, tiene un magnífico aspecto y como siempre: discreto, amable y muy entrañable. Una gran persona.
La conversación inevitablemente se llena de constantes referencias a Juanito, recordando anécdotas de los viajes.
El cierre de la jornada de la feria culmina con una velada folclórica música y baile, los inevitables discursos de los organizadores y personalidades y un coctel acompañado de selectos canapés. El viajero se ha colado y participa como uno más en el evento, en compañía de Pocho.
Terminado el acto se retira y queda para el día siguiente.











Viernes 16/03/2012. Continúa en Santa Cruz de la Sierra. Dedica la mañana a publicar sus reportajes en el blog. Se traslada al hotel Tajibos para visitar de nuevo a Pochito. Pasa la tarde en su compañía, disfrutando de la feria de turismo.
El viajero ya se ha decido por viajar a Sucre. Allí permanecerá un día, para ir aclimatándose a la altura, y marchará a Potosí. Posteriormente irá a Uyuni y, luego de visitar los pagos de Juanito, pretende ir a San Pedro de Atacama (Chile). Pocho le dice que no se apure, que él le ayudará en Potosí a organizar su tour. Se despiden. Pronto se rencontrarán
Pochito
En el stand conectan con Miguel Bergasa en videoconferencia: Rencuentro de amigos. Recuerdos felices.







Sábado 17/03/2012. Debe quedarse otro día más en Santa Cruz. Los sábados no hay vuelos directos a Sucre y la solución de viajar con escala en La Paz duplica el precio del billete. El viaje en bus, que puede resultar más interesante, lo ha descartado. Hay bloqueos, como suele ser habitual en Bolivia,  y no tiene ningún deseo de quedarse atrapado en el bus o realizar otro de esos interminables y agotadores desplazamientos.
Reserva el vuelo. Debe ir a las oficinas de Aereosur para efectuar el pago. Por internet no está operativo (¡joderse!). Retoma la idea de volver, está vez más tranquilo, consulta el precio en las oficinas y resulta más caro que un paquete de ida y vuelta (¡más joderse, todavía!)
Una intensa lluvia alivia los calores de los días anteriores. El viajero se refugia en el hotel después de empaparse en el trayecto. Se dedica a escribir su crónica viajera hasta mediodía para posteriormente trasladarse a la plaza de la Catedral en el centro de la ciudad.
Vuelve de nuevo al hotel. Le suena que había visto un vuelo de retorno unos cuatrocientos dólares menor que el que le han ofrecido. Consulta y ¡Plas! ahí está. No puede contener su impulso. Consulta fechas disponibles. El nueve de Abril. Rellena los datos. Medita. Eleva su mirada con gesto fruncido durante un instante y... ¡Zas!
- ¡Confirmado! ¡Qué cojones! Ahora no queda más remedio que planificar los días que le restan. Murmura decidido.- ¡Bueno, no son tan pocos!, piensa. Cuando llegue a Potosí armará el viaje.- ¡Listo!, concluye.

El viajero acaba de iniciar una etapa nueva en su periplo por las bellas y lejanas tierras sudamericanas. No es el final del viaje. Solamente es un paréntesis. Seguro que retornará, piensa confortado evitando la sensación de fracaso. Se disiparon las dudas, se encuentra ya en plenitud.
- ¡Volveré pronto! ¡Todavía tengo unos días! Medita alegre y confiado.




 
Domingo 18/03/2012. Totalmente repuesto, prepara su equipaje. Parte del mismo lo deja en el hotel, le han atendido magníficamente y piensa repetir a la vuelta, antes de tomar su vuelo de regreso a casa. A la tarde toma un vuelo en dirección a Sucre, piensa hacer una escala técnica en la capital para ir acomodándose a la altura. De lo contrario, Potosí con soroche puede convertirse en un infierno. El viaje es cómodo y rápido. Mientras el taxista le lleva camino al hotel desde el aeropuerto recuerda a Iñaki, Amanci, Miguel y Amparo en su visita a Sucre y al mercado de Tarabuco, en el 2007, si no recuerda mal. Pochito los acompaño en aquella ocasión.
- Hoy es domingo, pero demasiado tarde para ir a Tarabuco ¡Otra vez será! Se dice el viajero. Lo jodido del caso es que se ha perdido por unas horas la fiesta del Pujllay que se celebra el tercer domingo de Marzo. ¡Mierda, solo por unas horas! Así le ha sucedido en varias ocasiones al viajero. ¡Cosas de la improvisación!
En un principio pensaba alojarse en el hotel Real Audiencia, recordando viejos tiempos, pero le ha resultado más sencillo hospedarse en un nuevo hotel Villa Antigua que se encuentra muy próximo al anterior.
Se acomoda deshace el equipaje, un buen baño reparador y trata de actualizar el blog. El internet va muy lento y tampoco aquí puede subir el reportaje del viernes, lo intenta varias veces y desiste definitivamente.
Bueno, la velocidad de internet es escasa, pero el hotelito está muy bien, habitaciones amplias, decoración sencilla y con mucho gusto en definitiva: cómodo, limpio y con una excelente proporción calidad/precio.
Al atardecer se dirige a la plaza 25 de Mayo. Está tan bella como la recuerda aquel día en que junto a Miguel y el recordado Carlos, que permanece presente en este viaje, paseaban y disfrutaban del desfile de majas. Las mismas que después encontraron en el hotel Real Audiencia en el que estaban hospedados y le pedían a Miguel, al enterarse que era fotógrafo, que les hiciera unas fotos para su book. ¡El miguelito se rajó! para mofa y chanza de Juanito, Carlitos y el Viajero Solitario.
El soroche inicia su ataque.
- ¿Si a menos de tres mil estoy jodido, cómo estaré en Potosí a cuatromil? Se pregunta el viajero.
Se retira caminando lenta y pesadamente, teniendo que hacer reiteradas paradas para recuperar el resuello. Una vez en la habitación busca sus pastillas de azetazolamida y comienza el tratamiento preventivo.
Se acuesta temprano. Debe levantarse varias veces en la noche, el potente diurético hace efecto. Siente las narices resecas y cierto hormigueo en los dedos de sus manos y en los labios. Efectos que ya conoce y no le causan alarma.



 





Lunes 19/03/2012. Se levanta a las ocho. Se siente descansado, han pasado diez horas desde que se acostó. Después de desayunar conecta su computadora y llama a Acedo para felicitar a su suegro Pepe que cumple 92 años, ya parece que ha remontado el bajón preocupante que tuvo los meses anteriores a raíz de su úlcera sangrante.
Mira el correo. Sus hijas le han hecho un precioso regalo. Sin poder contener sus lágrimas, mira una y otra vez la vídeo presentación que le han preparado. Se siente feliz y orgulloso de esas mujercitas encantadoras.
Con el ánimo bien dispuesto se aventura a subir caminando hasta la plaza de Recoletas. Camina lento para evitar el sorochazo.
Al llegar al lugar vuelve a su mente aquel octubre del 2001.
Aquí estuvo Carlitos
Y aparece nítida la imagen de Carlitos negociando, con la habilidad que le caracterizaba, con el taxista que le había subido al lugar, el precio del viaje y, ¡como no! saliéndose con la suya. ¡Qué inolvidables recuerdos! Baja camino del hotel Real Audiencia. Ya no está el curioso zapatero en la esquina... ¡las cosas cambian! El tiempo pasa inexorablemente. Sí que está el museo de arte indígena pero cierra en esos momentos para almorzar. Así que se retira un momento al hotel después de un frugal almuerzo. Repuesto tras una breve siesta, se encamina de nuevo a recorrer las calles. Recuerda cada lugar en donde ha estado con los amigos.
El museo de artesanía donde compró aquel poncho precioso para su amor de primavera. ¡Se lo han cargao! ¡Sí, Sí! las salas superiores se han convertido en oficinas para todo ese tipo de inútiles gestiones progres que ahora están de moda. Allí se cuecen pelotudeces como el lenguaje no discriminatorio ¡joder! Si usas la palabra indígena eres un puto discriminador. Debes decir poblador originario ¡joderse con la copla! Lo dicho, han dejado solamente tres salitas y te cobran la entrada como antes, para que todos esos boludos sigan armando el lenguaje integrador !qué macana hermanito!
El mercado, con su sabor popular tan auténtico, donde las personas originarias, como es habitual, no se dejan fotografiar.
La Universidad, uno de los edificios emblemáticos de la capital, de estilo colonial y con su magnífico patio enclaustrado, en su parte central presidido por una fuente de rumorosas aguas.
Y..., aquel café en donde, si mal no recuerdo, Carlitos y Miguel tomaron un merengue y donde al frente estaban cargando arena en sacos a pala.
¡En fin! nostalgias del pasado que ya no volverá.
Las hijas se han acordado del viajero y han tratado de hablar con él. Sólo Cecilia lo ha logrado. Se siente orgulloso de ser padre.
Ha contratado el viaje a Potosí en minibús. Sólo tarda dos horas y media; igualico que en el 96 en el que, junto a su esposa e hija menor, tardaron más de diez horas por una inmunda carretera de ripio en obras.


Martes 20/03/2012. Sale del Hotel Villa. Con tranquilidad, el viajero toma un coche, una especie de taxi que llaman expreso, a las once de la mañana y se traslada a Potosí. Está preocupado por el mal de altura que siempre le ha atacado en esta ciudad, está tomando medicación pero no las tiene todas consigo. De camino paran en el otro lado del Puente del río Pilcomayo, está reparado y habilitado para el paso de personas.
El viaje, como ya estaba anunciado, no llega a las tres horas. El transporte le lleva hasta el hotel Patrimonio que ha reservado por internet, como suele hacer habitualmente.
Se acomoda y sale a dar un paseo, como piensa volver pronto no se lleva la cámara. ¡Cáspita -por no decir joder como acostumbra- está lleno de pobladores originarios que están haciendo una protesta en la plaza y bloqueando la calle de acceso! Su caminar lento y cansino no aconseja volver a por la cámara. Se dice a sí mismo que después de almorzar volverá para hacer fotos, pero ¡Canastos! - el servidor bloquea las malas palabras, estamos en Bolivia y aquí no son tan groseros como en España- a la vuelta, descubre que se han largado toítos ¡pucha!- esto se puede desir ¿nosierto?.
Ha estado en el Mesón, Ana María no estaba, ha viajado a La Paz para hacerse un chequeo. Pero ha charlado con la hermana de Pochito. Como es normal los recuerdos se han trasladado a tiempos pretéritos cuando Sylvia y Juanito estaban en estos pagos. Ha podido hablar con Lucía, la hija de Ana María y Juanito que se encuentra en Potosí y ha quedado en darse un abrazo. Además a la noche irá a cenar al Mesón para continuar con la charla.
El soroche está afectando al viajero y se retira a descansar. Recuerda el consejo paceño: andar despasito, comer poquito y dormir solito.







Miércoles 21/03/2012 Descanso reparador, el soroche remite suavemente y el viajero se dirige lentamente remontando la cuesta hacia las oficinas de Hidalgo Tours. El breve trayecto de unos doscientos metros se le antoja empinado y dificultoso, la gente le adelanta a paso ligero encaminándose a sus labores diarias. Se encuentra con Pablo en la oficina y espera la llegada de Pochito que acaba de llegar la noche anterior.
Muy cerca se encuentra el nicho de Juan. Humilde y sencillo, como correspondía a su noble carácter. Alguien había depositado unas flores, ya marchitas y unos cigarrillos, ¡ya no le podían perjudicar!.
Mientras Lili va a buscar agua para las flores, el viajero saluda en su nombre y en el de Miguel al amigo del alma. Por su mente pasan una sucesión de imágenes impresas en su memoria, escenas entrañables, encuentros, aquella despedida en la estación de Tupiza junto al también desaparecido Carlitos. Le pide que le de saludos cuando se tope con él.
Lilí
Pocho se encuentra muy ocupado, debe poner en orden las cuestiones pendientes durante su ausencia de la oficina y no le es posible acompañarle al cementerio para visitar a Sylvia y a Juan. Lilí se encarga de ello. El viajero adquiere unas flores. El nicho en donde Sylvia descansa tiene una puerta acristalada que impide depositar el presente. En silencio ofrecen una breve oración por su alma.
Llega Lilí. El viajero vuelve a la realidad. Depositan las flores y rezan en silencio. El viajero en su oración le pide a Juan que le busque un buen lugar de pesca para disfrutar eternamente de la captura de grandes piezas. Adivina la risa afable y el comentario: para qué vas a pescar peces si después no te los comes. Sonríe en su interior.
- Salúdame a Miguelito a Amparo y a Sofiita. Parece escuchar.
Salen del recinto funerario. Lilí tiene trabajo en El Mesón. El viajero se va a dar una vuelta por la ciudad y se decide a recuperar la visita frustrada del año 2007 a la Casa de la Moneda. Tuvieron que adelantar el viaje a Uyuni por otro  y habitual inminente bloqueo de la ciudad. Esta vez organizado por el sindicato minero.
La visita le sorprendió gratamente, el museo está muy mejorado y lejos de lo que tuvo que escuchar antaño - el manido discurso reivindicativo del indigenismo victimista - ahora, los guías se remiten a los hechos objetivos, ya no largan la milonga de los españoles fustigando a los pobrecitos pobladores originarios, para que muevan las máquinas acuñadoras. Como es lógico ese trabajo lo hacían las mulas. Se felicita por la profesionalidad actual y se lo comenta al guía que agradece el comentario.
Cansado se retira al hotel.
Después de un reparador descanso de dos horas, se traslada al Mesón para despedirse de Lilí y solicitarle que salude a Pochito de su parte.
Vuelve de nuevo al hotel, prepara su equipaje. Mañana debe trasladarse a Uyuni en bus.



Jueves 22/03/2012. Sale de Potosí acompañado de la nostalgia de los amigos ausentes. El bus es un hervidero de jóvenes que hablan en un ininteligible idioma que el viajero identifica como alemán. A su lado una muchacha de Uyuni muy simpática conversa con él. Coincide que es farmacéutica, como su hija mayor, y hace poco tiempo que montó su oficina de farmacia. El paisaje es espectacular. La carretera está asfaltada en su mayor parte, pero ¡ay del trayecto donde no lo está!, parecen cabalgar a lomos de una mula indómita.
Llega a Uyuni, lo siente familiar. Llega a Jardines de Uyuni y recibe una cálida acogida de Lucía: encantadora como siempre. Una sentido abrazo y se entra en una cómoda habitación que le han reservado.
- Juan Gabriel llegará hacia las ocho desde el Palacio de Sal. Le indica, mientras se retira discretamente a sus quehaceres dejando libertad al viajero para que se acomode a su antojo.
Llega Juan Gabriel, la viva estampa de su papá. Un sentido abrazo y, después de los saludos de rigor, se van a cenar algo a un restaurante de la ciudad. Hablan largo y tendido. La figura de Juanito lo llena e impregna todo.
Juan Gabriel le propone ir al día siguiente con él al Palacio de Sal.
Se retiran, los muchachos tienen que atender sus obligaciones al día siguiente.
El viajero se siente feliz de comprobar que los chicos son muy trabajadores y responsables y sonríe imaginando el orgullo de padres que Juanito, desde arriba, y Ana María, sentirán al verlos gestionar sabiamente lo que tanto les costó construír.



 

Viernes 23/03/2012. Se levanta temprano, desayuna y se reencuentra con Juan, el chofer que les llevó en el 2001 a Carlitos, Miguel y a él mismo ("Luisito"- ahora el viajero solitario) en ese inolvidable tour en compañía de Juanito. Se funden en un abrazo fraterno, el encuentro es breve pero intenso.
Juan Gabriel le lleva al Palacio de Sal, están en obras de remodelación y modernización. Se adivina una notable mejoría en las instalaciones. Juan Gabriel dirige con mano sabia la operación. Mientras, encarga a uno de los choferes, Carlos, que pasee al viajero por el salar hasta la hora del almuerzo.
El salar siempre ha sorprendido al viajero. Se deja atrapar por sus encantos embelesado por su belleza.
Almuerzan juntos. Y Juan Gabriel continúa son su labor, incansable. Invita al viajero a visitar una antigua población originaria, no habitada, al borde del salar enclavada junto a unas rocas de coral petrificado que recuerdan que hace millones de años aquello era un mar: aprovechando los recovecos de las rocas, los antiguos pobladores contruyeron sus refugios.
Juan Gabriel marcha con un equipo de operarios a Mallku Cueva, trabajarán hasta media noche y a las cuatro de la madrugada debe volver al Palacio de Sal.
El viajero vuelve a Jardines de Uyuni.
Por la noche explica a Lucía cómo hacer un blog y después de la cena se despiden.
Al abrazarla, mientras se despiden, siente una intensa sensación de amor paternal y como todos estos días piensa en Juanito.
Se acuesta y recuerda que tal día como hoy, un veintitrés de marzo, Carlitos inició su viaje definitivo... ¡ Siempre iba el primero!













Sábado 24/03/2012.  La próxima etapa va destinada a tratar de pescar truchas en Villamar. Nuestro caprichoso paseante recuerda una información que Juanito le había trasladado en su día, en aquella cena en el restaurante el Pil Pil en Pamplona. Allí estaban Juanito, Carlitos, Miguel y Luisito (que todavía no se había convertido en viajero solitario). Tiene vagos recuerdos de aquello, imágenes difusas, la posición de los cuatro en la mesa, el ánimo de Carlitos tras su intervención médica, aparentemente recuperado, haciendo proyectos de regreso a Bolivia. Y la agradable sorpresa de saber que el río que pasa por Villamar albergaba truchas arcoiris, algunas de gran porte. Muchas veces en sueños ha recuperado esas imágenes oníricas, simples fantasías en las que recrear la mente, que hasta llegar a Uyuni no habían tomado fuerza de posible cumplimiento (¡pescar truchas en Villamar!. ¿Quién lo diría?). Una suerte de atracción le impelía a cumplir el deseo dormido, si los viajeros desde la nueva dimensión en que se hallaban le ayudaban en su empresa podría cumplir con su deseo.
Juan Gabriel le organiza el tour hacia San Pedro de Atacama haciendo escala en Villamar.
La ruta le resulta familiar: parada en San Cristóbal, la población minera, y los paisajes andinos. Al atardecer llegan a Villamar, el avión que se encontraba en el cerro del pueblo había sido despiezado, la cola reposaba en una zona más baja y parte del fuselaje se adivinaba en un cerro más alto alejado de la población emitiendo destellos por los reflejos solares.
Recuerda el desayuno en Mallku Cueva. Amanci o Amparo, no recuerda exactamente cual de las dos ve un avión en el cerro. El viajero se mofa de lo que considera una alucinación producto del soroche. Pero, efectivamente, allí estaba, cual monumento eregido en el cerro, cual ofrenda en honor a la Pachamama. ¡Joder, es cierto! Un avión que se había estrellado en las proximidades del pueblo allá por los años ochenta y que sus pobladores habían trasladado hacia las inmediaciones de la población cual estandarte metálico, enseña de la nueva civilización vencida por los elementos.
Llegan a mediodía, queda tiempo para ir a pescar. Siguiendo las indicaciones del personal de Mallku Cueva, se trasladan al río. No hay mucha agua, Alberto, el amable chofer, no sale de su asombro al ver prepararse al pescador. Comienzan a remontar el río como les habían indicado, prueba con unas ninfas, no hay actividad en superficie, el río esta pandito (el agua apenas cubre los tobillos). Alberto se adelanta, vuelve para indicarle al pescador que ha visto un pez, efectivamente allí está, es una trucha. Prueba su ninfa, no va, cambia, registra. ¡Nada! continúa remontando el río. Llegan a un lugar en donde se perciben unas rocas de suficiente tamaño como para servir de protección a las salmo trutta. Pone un strimer lanza y ¡zas! se engancha un bello ejemplar de tamaño medio. Alberto emocionado por la novedosa experiencia agarra la sacadera que el pescador le cede y en el momento de la cesión baja ligeramente la caña y el salmónido se suelta, la frustración se dibuja en la cara de Alberto, el pescador ríe contento y satisfecho.
- ¡Es verdad, hay truchas!. Piensa esperanzado.
La elección ha sido la correcta, a partir de aquí se suceden las picadas. Esta vez, y sin que sirva de precedente, el pescador ha pensado capturar, a solicitud de los trabajadores del hotel y de Alberto que, según indica, jamás ni su mujer ni sus hijos han probado la trucha. Algunas se sueltan, otras solo tocan el señuelo. Comienza el recuento. Después de dar captura y muerte, con cierta pena, a ocho truchas racioneras. Abandona la tarea. Agradece mentalmente a Juan y Carlitos la ayuda recibida elevando su pensamiento y mirada al límpido cielo, a modo de oración.
- ¡Os habéis portado tíos!. Murmura. En ese preciso instante recuerda que Carlitos había viajado precisamente un veintitres de marzo hacia su nuevo y definitivo destino.
Llegan al atardecer al hotel, se acomodan en las habitaciones y al rato se adentra la fresca y estrellada noche. El viajero decide hacer un pequeño reportaje del hotelito Mallku Cueva, muy mejorado. Un "hotel con encanto" encantador, cómodo y magníficamente decorado.
Tras la cena edita las fotos y traspasa la los archivos a Victor Hugo el administrador del hotel que lo recibe aparentemente entusiasmado.
Un sueño reparador le conforta y le da energías para continuar su marcha hacia Chile.



Domingo 25/03/2012. Pronto, al despuntar el alba, Alberto se encuentra preparado para tranasportar al viajero hasta su destino inmediato: San Pedro de Atacama (Chile). No hay una razón lógica para este traslado. Simplemente es un lugar en el mapa al que el paseante inicialmente había previsto llegar subiendo desde Santiago para adentrarse en en Bolivia camino de Uyuni. El destino, unido a la improvisación, hizo que el caprichoso paseante dirigiera su mirada hacia Mendoza y, después de visitar esta provincia se dirigiera a Catamarca, Salta y Jujuy y saltara a Corrientes, adentrándose en Paraguay y posteriormente en su amada Bolivia desde la ciudad de Santa Cruz de la Sierra. Cumplido el principal cometido de su visita (abrazar a la familia de Juanito), el nombre de San Pedro de Atacama le rondaba por la cabeza, no sabría dar razón del por qué, pero ahí estaba. Podría haber sido otro cualquier lugar, pero ese era el que el inusitado azar había seleccionado.
No se molestó en averiguar el recorrido, simplemente se dejó llevar. Posteriormente fue descubriendo que el camino le llevada por los lugares más hermosos que recordaba de otras aventuras viajeras junto a sus amigos Carlitos y Miguel, Amparo, Amanci e Iñaki: Capina, Chalbiri, Polques, Laguna Colorada, Desierto de Dalí, Laguna Verde y Laguna Blanca arropadas por el Volcán Licancabur.
Llegan al puesto fronterizo en el que una humilde edificación sirve de precario refugio a la policía aduanera, en medio de la nada: sin cobertura, con una emisora que raras veces está operativa y con enormes dificultades para reponer provisiones. Los aduaneros hacen turnos de treinta días y descansan solamente cinco. Sus sueldos escasos apenas alcanzan para las necesidades familiares y el viajero entiende ahora que, por pura necesidad, deben sobrevivir con las donaciones, coimas o pequeños sobornos que reciben de los que transitan por el paso fronterizo.
Llega el transfer, un todoterreno chileno que se sitúa al otro lado de la barrera. El viajero pasa caminando y, en menos de media hora, se encuentra haciendo los pesados trámites del paso de frontera, a los que ya está acostumbrado. La policía chilena se le antoja excesivamente escrupulosa en el cumplimiento de sus funciones.
Se aloja en un pequeño hostal con el pretencioso nombre de Paloma Celestial, un tugurio con un pésimo servicio al precio de un hotel de tres estrellas.
- ¡Es lo que hay!. Se dice así mismo, mientras resignado acepta las condiciones económicas que le impone la encargada del pésimo alojamiento.
Una vez malacomodado, contrata en una agencia de turismo tres salidas para conocer los alrededores de San Pedro de Atacama.






 
Lunes 26/03/2012. Por la tarde debe ir al Valle de la luna. La mañana la dedica a hacer tiempo conociendo la ciudad. No encuentra nada destacable, calles sin asfaltar, y muchos establecimientos centrados en el turismo: tiendas de artesanía, restaurantes, casas de cambio y oficinas de viajes de turismo. Todo muy caro. Saben aprovechar sus recursos turísticos.
El valle de la luna ha impresionado al viajero. Lechos de ríos torrentosos formados por lluvias torrenciales: fuerte erosión de las rocas arenosas que terminan formando dunas. Conoce en el viaje a una pareja de León con la que charla amigablemente y se sacan fotos.
Por la noche se traslada a un café con WiFi para cenar algo y tratar de actualizar su correo y su blog. Allí se topa con una parejita muy simpática de Girona, él se llama Pau y no llega a recordar el nombre de ella, los años no perdonan y los primeros síntomas de retener los nombres los empieza a sufrir el viajero con relativa frecuencia como suele decirse: "todavía recuerda aquellos tiempos en que hablaba de corrido".
Se retira cansado, mañana le espera un día intenso. Busca el celular para poner la alarma. ¡Joder! ¡Mierda! no lo encuentra, revisa varias veces su equipaje todos los bolsillos y ¡nada! Trata de recordar los lugares en los que ha podido perderlo y se hace un mapa mental. De todos modos, no tiene posibilidades de anularlo hasta el día siguiente en el intermedio entre las dos excursiones que ha contratado para el día siguiente. Rechaza la idea de que haya caído en malas manos:
-"Piensa bien y acertarás y si te confundes, al menos te habrás dado a ti mismo y a los demás una oportunidad". Se repite mentalmente.








Martes 27/03/2012. Consigue despertar temprano sin necesidad de despertador. Le esperan dos excursiones seguidas. De forma obsesiva y recurrente le viene a la mente la pérdida de su celular. Por la mañana la excursión consiste en visitar unas pequeñas lagunas donde hay algún flamenco. Muy pocos para los que ha visto en Laguna Colorada.
Posteriormente visita unos lagos y una población altiplánica. Nada especial si se le compara con los lagos de Bolivia. Pero los chilenos saben sacar provecho turístico y venden todo como si se tratara de las siete maravillas del mundo.
Vuelven a San Pedro de Atacama con retraso sobre la hora que le habían indicado. En el escaso tiempo que le queda hasta la próxima salida recorre los lugares donde ha podido perder su celular. Nada. Por fin determina que posiblemente se le cayó en el bus cuando trataba de sacar su agendita verde del bolsillo y tiene casi la certeza de que debe estar entre el hueco del asiento y la pared de la ventanilla. Insiste para que lo busquen pero nada.
Por la tarde la excursión tiene un carácter más lúdico visitar la laguna Cejar y bañarse en otra laguna más chica que se comunica con aquella. La sensación es similar a la del Mar Muerto. La alta concentración de sal hace que se flote, puedes quedarte sentado o de pie sin hacer esfuerzo alguno.
Pau brindando con su chica
En esta excursión se rencuentra con Pau y su chica y hacen unas risas con un porteño argentino muy gracioso cuya esposa es psicóloga.
De vuelta a San Pedro, insiste ante la agencia turística para que revisen bien el bus. Al no encontrar respuesta satisfactoria, trata de comunicarse con la compañía telefónica para denunciar la perdida y solicitar el bloqueo. Pero no hay manera, desde la web le remiten a una llamada, no gratuita, al teléfono de la atención al cliente, que la telefónica de Chile no reconoce. Mientras está en esa tarea, la chica de la agencia que pasaba por la plaza, donde estaba el viajero tratando infructuosamente de conectarse con la compañía, se acerca y le dice:- ¡Encontré su celular!
- ¿Cómo? ¿Dónde estaba?. Le interroga el viajero.
- Donde usted indicaba señor. Al verlo tan preocupado volvió a insitir para que volvieran a revisar el bus detenidamente y allí estaba. Ahora han cerrado la oficina, pero mañana puede ir Usted a recogerlo. Le indica la muchacha con alegría como si a ella le hubiera sucedido el incidente.
El viajero no puede contener su alegría se levanta y le da un beso y un abrazo de agradecimiento.



Miércoles 28/03/2012. Por la mañana después de recuperar el celular, compra unos chocolates como cortesía para la muchacha que había hecho las gestiones para recuperarlo. La chica agradece el detalle satisfecha y le desea buen viaje. El reto de la mañana lo dedica a ponerse al día con parte del material fotográfico que tiene acumulado y escribir parte de las crónicas de los días anteriores. Prepara las presentaciones, rescata de la memoria las vivencias y se apresta a narrarlas. Por la tarde debe viajar a Calama, pasar la noche en este lugar y de madrugada iniciar su retorno a Uyuni para volar a La Paz el día 31. Todavía no sabe que hacer, allí consultará cómo rellenar los escasos días que le restan hasta su regreso a Santa Cruz de la Sierra para retornar a su hogar.
Llega a Calama al atardecer. La gente le advierte de que es un lugar peligroso:
- Hay muchos malandrines y se dedican a robar a los turistas. Tenga mucho cuidado. Le advierte una señora.
El viajero que habitualmente suele hacer caso omiso de ese tipo de advertencias, en este caso no tiene ganas de arriesgarse a pasear solo por la noche; entre otras cosas porque está cansado y debe madrugar para tomar el ómnibus que le llevará a Uyuni.
Toma algo para acallar el estómago que lleva tiempo protestando y se acuesta temprano.




Jueves 29/03/2012. Se presenta un cuarto de hora antes de las seis en las oficinas de ómnibus Atacama. Los viajeros se agolpan en la puerta llenos de bultos. Al llegar el bus cada uno mete los bultos a su antojo de forma atropellada, les basta con la frase mágica “disculpe caballero”. Cada cual piensa en lo suyo sin preocuparse por los demás. Es la ley de la supervivencia. Por un momento el viajero piensa que no podrá acomodar su equipaje con tanto bulto. Aparece el revisor y le lleva al otro lado del bus para acomodar su maleta.
 - ¡Misión cumplida! Piensa satisfecho.
Sube al bus, una señora entrada en años llena de paquetes, refajos y frazadas (mantas) está ocupando el asiento contiguo sin apenas dejarle espacio para acomodarse. La tipa no se levanta y tiene que hacer equilibrios para pasar sin aplastarle los enseres que transporta, como hubiera sido su deseo inconfesable. Disimuladamente va recuperando su espacio. El frio es intenso y ha dejado su ropa de abrigo en la maleta. Debe frotarse constantemente su brazo y el pecho para entrar en calor. La señora se envuelve en varias frazadas y duerme. Todos duermen en derredor menos el viajero aterido de frío.
Volcan Ollague con fumarola
Al fin, al llegar a Ollague, en la frontera chilena despunta el sol y la temperatura aumenta progresivamente. El revisor del autobús ha elaborado una lista de pasajeros que entrega a los aduaneros. Entramos en el imperio militar chileno: ¡Nadie sale del bus hasta que no se les indique! ¡Deben alinearse en orden de lista y esperar a que el funcionario les llame. Cual prisioneros en un campo de concentración nazi, los pasajeros esperan pacientes en la fila. El trámite es tedioso, más de una hora para estampar el puto sello y comprobar los datos en el sistema. La parsimonia del "polinazi" mina la paciencia del viajero, pero no dice nada, aguanta estoico, no sea que le lleven a la celda de castigo o a la cámara de gas. Finalizado el vejatorio control, llegan a la frontera boliviana. Deben cambiar de vehículo. Otra vez la escena de los paquetes, esta vez es el viajero que, aprendida la lección, sin disimular su enojo, le dice a la señora que pretendía sacar su enorme bulto aplastando la maleta del viajero, con enérgica voz:
- Permiso señora, déjeme sacar primero mi maleta antes de que usted la aplaste.
La gente se aparta y saca la maleta mientras le miran asombrados durante unos segundos para, pasado el efecto, volver a empujarse y a tirar cada cual de su equipaje sin pensar en los demás. En la oficina de emigración de Bolivia el trato es humano amable y cariñoso. En menos de veinte minutos todo esta listo. 
Continua el viaje, cambia de lugar alejándose de la señora “ocupalotodo” y se acomoda junto a un muchacho de trato agradable y amena conversación que vuelve a Uyuni tras diez años de ausencia. El calorcito le lleva al pasajero a darse unas cabezaditas reparadoras. Llegan a Uyuni. Dos muchachas, una chilena que pretende viajar por Bolivia, Perú y Colombia y su compañera de asiento una boliviana que debe tomar otro bus horas más tarde le indican al viajero que deje su equipaje en la pensión donde la chilena pernoctará y vayan a tomar algo.
Entran en un restaurante y las chicas miran los precios. Al viajero, después de las clavadas de San Pedro de Atacama le parece tremendamente barato y les invita. Charlan de sus viajes y de sus experiencias vitales. Después acompañan al viajero hasta el hotel Jardines de Uyuni y se despiden intercambiándose los correos.
Lucí y Juan Gabriel han ido a Potosí a visitar a Ana María. 
El viajero lamenta no haberles sacado ninguna foto, pensaba hacerlo precisamente este día. Han dejado encargado todo para que el viajero esté bien atendido. Se encuentra abrumado con tanta amabilidad, ni siquiera han consentido que se hiciera cargo de los gastos ocasionados. Se siente en deuda y le queda la esperanza de poder obsequiarles cuando vayan a España del mismo modo:
- ¡Un fuerte abrazo muchachos, saluden a su mamá! Les espero pronto en España, no olviden visitarnos. Estaremos orgullosos de esnseñarles nuestra región, no se preocupen por nada, tenemos sitio de sobra para que se acomoden con completa libertad. ¡Vengan sin tardar!



Viernes 30/03/2012. El viajero dedica el día a poner en orden su correo, escribir las crónicas, comprobar su vuelo y dar un paseo por Uyuni. 
Por intuición ha llegado al Hotel Avenida en donde pasó aquella fría noche en el 96. Recuerda que se habían agotado las estufas disponibles para los clientes y que, tenían reservadas dos habitaciones dobles. Tuvieron que meterse los tres en una cama y colocar las mantas de las cuatro camas. Lograron sobrevivir. 
Después de visitar el salar, debían regresar a la Paz en tren. Tenían reservados tres asientos en primera clase, que estaban ocupados por unos argentinos (seguramente el revisor había recibido su coima). Les metieron en segunda, fallaba la calefacción y tuvieron que ponerse toda la ropa que les cabía. La temperatura en el exterior era de veinte grados bajo cero, en el interior no se sabía, pero los cristales tenían una capa de hielo de al menos medio centímetro de grosor.
Iban camino hacia La Paz (ahora el tren sólo llega hasta Oruro).
En medio de la nada el tren se detiene. El revisor encogiéndose de hombros aclara, al nervioso viajero preguntón, indignado por el cambiazo de asientos:
- Se malogró la maquintita.
- ¿Cómo dice señor?. Insiste el viajero.
- Que la maquinita se malogró. Insiste el tipo.
- ¿Y qué piensan hacer? Pregunta el indignado viajero.
- ¡Cálmese caballero! Estamos comunicando la incidencia a La Paz, señalando al exterior, donde podía verse a dos personas lanzando unos cables con ganchos para conectarlos a la red de telégrafos.
El viajero vuelve al asiento, el resto de pasajeros no dice nada. Una señora trata de calmarle diciéndole:
- No se enoje tanto, señor, no es bueno para la salud.
- ¡Jodeeerrr! ¿Cómo puede ser que habiendo celulares en primera clase, en la zona en la que tenía mi reserva y que fraudulentamente han ocupado otras personas con la connivencia del revisor, traten de comunicarse vía telegráfica? Se lamenta en voz alta el airado viajero.
Un pasajero, con acento argentino, que se encontraba en el asiento trasero interviene:
- Señor, estamos en sudamérica, en Bolivia, estas cosas pasan con frecuencia. No sirve de nada alterarse. Se están comunicando por telégrafo porque aquí los celulares están sin cobertura. Además he escuchado que están tratando de llenar con agua la caldera para poner de nuevo el tren en marcha. Es posible que lo consigan. A mí me sucede algo parecido, con la diferencia de que mi vuelo salía antes que el suyo y con toda seguridad he perdido el enlace.
Por suerte pudieron solucionar el problema provisionalmente y el tren continuó su accidentado viaje. Naturalmente sin calefacción y realizando varias paradas en los apeaderos para cargar agua.
Las cosas han cambiado mucho desde aquel viaje. Ahora Uyuni cuenta con mejores vías de comunicación. Tiene una buena oferta hotelera en constante mejora. Dispone de aeropuerto para vuelos nacionales. Aunque el tren solo viaja a Oruro, la carretera a Potosí está asfaltada, faltan escasos kilómetros para que se culminen las obras de trazado y pavimentación.
El viajero ha aprendido a aceptar las frustraciones con naturalidad y resignación. Evita la comparaciones y la actitud prepotente, tratando de respetar las diferencias culturales y de mentalidad.
La experiencia viajera y las canas, le han permitido relativizar las cosas y ser más prudente.



Reportaje del día









Iglesia de San Francisco
Sábado 31/03/2012. Salida de Uyuni con líneas aéreas Amazonas. Al viajero le queda la pena de no haberse podido despedir de Lucía y Juan Gabriel, ellos están en Oruro. Le han cobrado por sobrepeso, y eso que solamente llevaba una de las dos maletas. Cada vez las compañías aéreas son más estrictas con el equipaje, no sabe que le sucederá cuando vuelva a Pamplona. El viaje ha sido rápido, menos de una hora de vuelo en un aparato de hélices que parecía un minibús. El hotel que reservó no le ha convencido en absoluto, incómodo y muy frío, con un simple radiador eléctrico.
Lo primero que ha hecho es reservarse una habitación en el Plaza para los dos días más que pretende estar en la Paz.
Plaza Murillo
La ciudad está como la recuerda, una de las ciudades más caóticas que conoce. Multitud de cholitas ocupan las aceras y parte de las calzadas ofreciendo sus productos. Como los puestitos que montan ilegalmente en San Fermín, pero a lo bestia. La sensación general del visitante es que hay muchísimos más vendedores que potenciales compradores. Se pasan más de doce horas sentaditas en el suelo o en unas banquetitas diminutas, muchas con su bebé a la espalda envuelto en las mantitas que llevan sujetas a su espalda. No hay forma de sacarles una foto, no se dejan. Calles empinadas y un sin fin de microbuses (monovolúmenes) que van cantando el trayecto y finalizan la perorata con ¡dos bolivianos! ¡dos bolivianos!
Palacio presidencial
Ha ido dando paseos por las calles más comerciales. Atónito y perplejo por la intensa actividad. Aunque llevaba su cámara en la mochila no se ha atrevido a sacarla en medio de la multitud, le han aconsejado que tenga sumo cuidado que en estos últimos años la delincuencia ha crecido mucho y son frecuentes los robos e incluso atracos a los turistas. La tensión de permanecer vigilante a su alrededor y las cuestas empinadas por las que ha circulado le han agotado y comienza a atacar el soroche por lo que decide retirarse temprano.




Domingo 01/04/2012. Prepara el equipaje. Paga la cuenta y se marcha del hotel para alojarse en el Plaza. Esto es otra cosa, recuerda haberse alojado en dos ocasiones al menos en este sitio y le quedó un grato recuerdo. La conexión por WiFi es la más rápida que recuerda en sus últimos días. Esto le permite ir subiendo a YouTube las presentaciones que ya tenía preparadas.
Después de dos horas de intenso trabajo con la computadora se marcha a dar una vuelta. Hoy es Domingo de Ramos y entra en la capilla salesiana ubicada al lado del hotel, luego se va a la plaza de San Francisco donde lasa vendedoras se aprestan a ofrecer todo tipo de trabajos artesanales con las palmas, esto le remonta a su niñez, cuando la familia San Martín del primer piso de su portal preparaba las palmas. Hacían trabajos preciosos colgando caramelitos en los ramos de los niños. ¡Qué tiempos aquellos! Ahora la tradición se ha perdido casi por completo.
Por la tarde, una tormenta con enorme aparato de relámpagos y truenos le obliga a refugiarse presto en el hotel. Pasadas unas horas vuelve a lucir el sol y marcha al mirador próximo al Alto para tomar unas instantáneas.
Anochece, no tiene sentido salir a pasear, no se lo aconsejan. Se encierra en la habitación y continúa con su tarea de alimentar el blog. Ya de noche, desde el hotel, saca unas panorámicas nocturnas de la ciudad de La Paz.
Mañana irá a almorzar a casa de los Beltrán, amablemente Viqui le ha invitado. No consigue comunicarse con Rosario " La gringa" el celular parece estar apagado o quizás cambió de número.





Lunes 02/04/2012. Desayuna copiosamente y nuestro protagonista sale camino a las oficInas de Magri. Recuerda vagamente que se encontraban detras del edificio de la universidad y próximo al hotel Radisson, las encuentra sin mayor dificultad. Al entrar pregunta si se encuentra Don Rodrigo Grisi, una eficiente empleada le indica: ¿A quién anuncio señor? El viajero le da los detalles. Al rato le observa haciendo gestiones pasando de un ordenador y de una mesa a otra. Levanta su mirada y le saluda con un gesto de la mano. Se le ve muy atareado.
Deja listo algún asunto urgente y se dirige al viajero dándole un sincero abrazo de bienvenida.
- ¿Pero qué alegría? ¿ Como le va? Le saluda Rodrigo indicándole que se siente en  junto a una mesa de despacho. Charlan durante unos minutos y Rodrigo le dice que a la tarde irá al hotel para salir a cenar y charlar tranquilamente.
Le pone en manos de una de sus eficientes empleadas y le pide disculpas por tener que volver a su tarea.
Organiza su viaje sobre la marcha: ha decidido ir a Cochabamba y de luego trasladarse a visitar, durante dos días, el Chapare. Posteriormente volverá a Cochabamba para, desde allí, volar a Santa Cruz y dos días más tarde volver a España.
Rápida y eficientemente le preparan el viaje y las reservas de hotel.
En el exterior se observa un gran movimiento de pancartas y personal médico que se trasladan a la plaza próxima al hotel Plaza, frente a las oficinas del ministerio de salud y deporte, para protestar por un nuevo decreto que les obliga a trabajar más horas por el mismo salario. El paseo del Prado queda cerrado. Se ha convertido en un hábito. Todas las protestas traen esa consecuencia.
Tiene el tiempo justo para ir a casa de la familia Beltrán. Un amable taxista se ofrece a llevarle dando una vuelta evitando el bloqueo. Compra algún detalle para la familia y llega con media hora de retraso.

Saluda a la familia y pide disculpas por la tardanza, ellos comprenden la situación, ya están habituados a las protestas y bloqueos. La mamá tiene un magnífico aspecto, a pesar de los achaques de la edad. La niña está muy crecidita, ya tiene 18 años. Viqui está tal y como la recuerda, el tiempo parece haberse parado para ella. El viajero, como siempre en esa casa, se siente bien acogido. La familia es encantadora. Hablan de Magali, y de Oscar y Fredy, la mamá esta muy preocupada por la situación de crisis que está atravesando Aereosur y las presiones políticas en contra de la empresa. En uno de sus discursos Evo asegura que la compañía está en quiebra. Primero fue Lloid, después Aircomet y ahora Aereosur. Todo un record.
La visita es breve, el viajero debe ir a las oficinas de Magri para pagar el paquete de viaje. Allí se encuentra con Rodrigo que se disculpa nuevamente porque le resulta imposible salir a cenar, ya que debe quedarse en la oficina hasta muy tarde porque se le ha acumulado el trabajo y le faltan dos empleadas. El viajero entiende la situación y le dice que no se preocupe, que otra vez será. 
Rodrigo Grisi
Hablan durante unos minutos, Rodrigo muestra su deseo de conocer los Sanfermines, pero le resulta complicado tomarse unos días en esas fechas ya que es temporada alta. Se interesa por Miguel, con el suele mantener contacto y por Amparo, Iñaki y Amanci. Recuerda aquella noche en la que disfrutaron de una magnífica velada bailando y brindando por el encuentro junto con Viqui y Magali. Se despiden con un sentido abrazo. Me mandas saludos a todos le indica cuando se aleja.
Regresa al hotel, llama su atención el caos que originan los trufis en el Paseo del Prado, a pesar de los infructuosos intentos de la policía de tránsito.





Martes 03/04/2012. La Paz se queda atrás. El bus con destino a Cochabamba sale de la terminal a las once de la mañana. La salida atravesando la ciudad del Alto les demora más de una hora el caos circulatorio es total, trancaderas por todos los lados  y constantes paradas en los peajes y controles policiales. Como es habitual los vendedores entran en el bus a ofrecer sus productos  y hacen parte del recorrido hasta la siguiente parada.
Esta vez el viajero ha tenido fortuna y ocupa en solitario una plaza cómoda tipo cama con suficiente espacio para estirar las piernas. Observa con curiosidad el variopinto mundo que le rodea. Los enormes paquetes que las cholitas portan en su manta y que al bajar del bus solicitan ayuda para que les coloquen un saco de arroz o de papas. Las jóvenes indefectiblemente transportan su bebé.
En las paradas ofrecen todo tipo de alimentos que son consumidos con fruición por los pasajeros, sopita de maní, verduras, arroz o maíz, pollo acompañado con papas ensalada y arroz y las inevitables gelatinas. El peculiar sentido de la higiene sigue sorprendiendo al viajero que se abstiene de probar, a pesar de que el hambre aprieta los manjares que le ofrecen.
Alrededor de las mesas circulan un sinnúmero de perritos que con mirada lastimera y paciencia infinita esperan que alguien les lance algún resto de comida. Para entrar en los baños hay que pagar, el viajero observa con escrúpulos los urinarios de un color indefinido que en algunos lugares recuerda que en su día debían haber sido blancos, el suelo esta encharcado, no hay jabón ni papel.
En menos de veinte minutos todos han almorzado y vuelven al bus para continuar el viaje.
La carretera discurre sinuosa por las montañas, el bus adelanta haciendo caso omiso de las señales. La ley del más fuerte impera en la ruta.
Tras siete largas horas de viaje entran en Vinto, las circulación se enlentece, los semáforos producen trancaderas. La gente va parando, en menos de veinte kilómetros se van bajando gran parte de los viajeros descargando sus bultos con gran parsimonia.
La llegada a la terminal se produce una hora más tarde. El viajero pide un taxi para ir al hotel y los taxistas de la puerta se niegan a llevarle algunos se hacen los despistados diciendo que no conocen el hotel y otros le dicen que hay trancaderas y que no quieren hacer la ruta.
Un simpático joven taxista,  que acaba de dejar a un viajero, se presta a hacer el recorrido. Llega al hotel, no le quedan ganas de salir y cena allí mismo y se retira cansado. No ha visto nada de Cochabamba, se consuela diciéndose que ya la conoce y que a la vuelta le dedicará unas horas.
Le quedan muchas horas de viaje y no quiere iniciarlo exhausto.



Miércoles 04/04/2012. Tiene que ir a la calle 9 de Abril esquina Oquendo, donde le han indicado, para tomar un monovolumen que le llevará al Chapare a Villa Tunari. Toma un taxi que le deja en el lugar y en la calle unas personas gritan ¡Villa Tunari! ¡Salimos ahora! ¡Un pasajero! El viajero paga treinta bolivianos y deja su maleta. La cantinela se repite.
 - ¡Puta! ¿No decían que faltaba un pasajero? Reniega por lo bajini.
Una señora con cara de resignación que debe llevar tiempo esperando la salida le sonríe extendiendo sus manos en señal de resignación.  Nadie se incorpora. El tiempo corre. Una persona encarga una encomienda, unos paquetes que el conductor coloca a su lado y, dándose por satisfecho decide salir. Apretujados inician el viaje, el viajero se pregunta dónde pensaban meter al otro viajero, dado que no hay espacio ni para los siete que van.
El tipo arranca a toda máquina.
-  ¡Sigue así! Piensa el viajero.  Así llegaremos antes.
Pronto se le va la alegría, parada de peaje, control policial, nuevo control, otro peaje.
Vuelve a la carga, adelanta a lo loco y sin visibilidad, frena de golpe, sortea los baches, baja las cuestas dando bandazos. Se nota que conoce la carretera pero arriesga demasiado. En dos ocasiones han estado a un tris de chocar de frente, pero el tío no escarmienta.
A las tres horas largas llegan a Villa Tunari. Para quitarse el estrés el viajero se premia con un pacú a las brasas. Después se va al Hotel de Selva El Puente que ha contratado con la empresa Magri de Rodrigo.
El hotel está ubicado en plena naturaleza salvaje. Le han asignado una especie de bungaló sin lujos pero con lo imprescindible. Un río de aguas límpidas discurre por la hacienda. Da un paseo por sus jardines y se da un baño en la piscina. Hace calor y mucha humedad. Amenaza tormenta.
Al atardecer cae una tromba de agua  que cesa en menos de media hora. Los mosquitos merodean. El repelente está funcionando y respetan la piel del viajero.
Inti, el gerente del hotel es un joven muchacho que desde el primer momento ha hecho buenas migas con el viajero. Curiosamente conocía a Juanito Quesada  y a sus hijos. Sus papá es el dueño del hotel y del flotel en donde estuvo el viajero pasando unos inolvidables días en el río Mamoré justo despues de despedirse de Juanito y de sus amigos Juanma Castro y Miguel Bergasa que debían volver a España.
Su papá y Juanito eran amigos y conoce a Lucía y Juan Gabriel. Es un muchacho encantador y a pesar de su corta edad gobierna el hotel con gran eficiencia.
Inti acompaña al viajero mientras éste cena y charlan amigablemente hasta que el sueño comienza a vencerles y se retiran a descansar.




Jueves 05/04/2012. El viajero contrata un taxi que le lleva al parque nacional Carrasco, el conductor durante el trayecto le informa de la situación de la zona respecto al alarmante aumento del narcotráfico, un tipo simpático y jovial que ha recorrido mundo trabajando en México y EEUU, se interesa como todos por la situación de España en estos momentos de crisis económica.
Llegan al parque, el guardabosques todavía no está preparado para guiar las visitas y tienen que esperar unos minutos. Cuando está listo entran en la oficina y le informa que el paseo cuesta cien bolivianos si va sólo, pero que el precio baja si se incorporan nuevos pasajeros. Ante la incertidumbre de la espera, hace cuentas, aproximadamente calcula que son unos doce euros, muestra su acuerdo y paga la entrada. Se inscribe en el libro de visitas.
Bajan por un sendero hacia el río que transcurre caudaloso por las lluvias, una especie de puente con dos barras rígidas sobre las que se desliza un cajón de metálico con suelo de madera les llevará al otro lado del río Chapare. 
Antes de montar el guía se percata de que ha olvidado las linternas para adentrarse en las cuevas y visitar a los murciélagos.
Se vuelve a la oficina mientras el viajero espera. Al rato vuelve con las linternas y tres personas más que se acaban de incorporar a la excursión. El viajero piensa que la cosa le saldrá más barata.
El guía desplazando sus manos sobre una de las barras mueve el precario trasportín con gran habilidad y sin guantes.
Al otro lado se inicia la visita guiada, hace un intenso calor húmedo que sume a los paseantes en una sauna, rápidamente comienzan a traspirar y el sudor impregna sus ropas. Observan la flora tropical salpicada de palosanto protegido por las hormigas, alguna de las cuales hiere la mano y el cuello del viajero produciéndole un intenso escozor. 
La vegetación lo cubre todo y el sendero discurre por un paraje sombrío protegido de la luz solar, en ocasiones se observa el claro del lecho del río con sus turbulentas aguas. Observan gran cantidad de mariposas, loros y otras especies de pintorescas aves cuyo nombre el viajero no se molesta en memorizar.El guía les va informando de la gran variedad de flora y fauna del lugar que en su mayoría son difíciles de avistar durante el día. Los helechos cubren las partes bajas y plataneros, distintas especies de palmeras, palmitos y un sinfín de arbustos y especies arbóreas aparecen en derredor.
Caminan hacia unas cuevas por las que circula un manantial de agua, se percibe un intenso olor a excremento de los murciélagos frugívoros e insectívoros. Tienen que acceder agachados, el viajero pregunta si puede usar el flash y el guía, para su sorpresa le autoriza suspendidos de las húmedas rocas descansan las pequeñas y ciegas ratas voladoras. 
Las otras personas, dos maduras madrileñas con aspecto monjil y/o de solteronas maestras de primaria y un chiquitano que las acompaña, se retiran rápido con una sensación de miedo y asco ofreciendo la escusa de no molestar a los bichos. Posteriormente van a una cueva abierta en su zenit en donde reposan unas aves nocturnas de gran porte cuyos polluelos los utilizaban los originarios para extraer el aceite de sus cuerpos y utilizarlo para sus lámparas, los guácharos. La cueva está cerrada por una reja para impedir el acceso a los depredadores. Solamente llegan a avistar a lo lejos el movimiento de unas sombras.
De vuelta a la salida del parque el viajero espera inútilmente la devolución de parte de lo pagado. Ya lo sospechaba. Aquí cuando sueltas la guita, ¡Chao! Se fue, siempre hay alguna escusa para no devolver nada.
Vuelve al hotel y tras el almuerzo decide tomar un breve descanso antes de volver a visitar otro de los parques el Machía, donde viven animales recuperados entre ellos los famosos monos ladrones.
Una tormenta con abundante agua se inicia, el viajero espera que escampe pero la cosa no mejora va trascurriendo el tiempo y continúa la lluvia que arrecia de forma intermitente en forma de rechas.
Decide suspender la visita al parque Machía, otra vez será. En los porches del edificio principal del hotel la familia de Inti: su madre, una de sus hermanas su cuñado y un niñito de apenas dos años charlas protegidos por de la lluvia. Casi de inmediato al viajero a compartir la mesa.
La charla discurre amigable sobre viajas canciones que les remontan a tiempos pasados de juventud, Graciela, cree recordar, que se llama la mamá le habla de su militancia izquierdista en su pasis de origen Argentina y de la música de Serrat, Paco Ibañez y Pachi Andión. Se siente orgullosa de sus apellidos vascos y conoce algunas expresiones que le enseñó su abuelita. Hablan de Juanito Quesada.
La lluvia no cesa y continúan reunidos hasta la hora de la cena. La charla deriva en breves incursiones sobre música, geopolítica, la crisis del capitalismo y la fiesta de los toros.
Una larga y amena tertulia que en ocasiones toma una carácter trascendente e intelectualoide cultureta propio de los años setenta.
Entrada la noche y con la música de kjarkas la conversación adopta un carácter más lúdico, el sueño comienza a atacar, es el momento de retirarse y se despiden cariñosamente.
Una velada encantadora que ha hecho llevadera la tormenta de lluvia que continúa incesante.





Viernes 06/04/2012. Toma un móvil para desplazarse a la salida de los surubís los monovolúmenes que realizan el viaje a Cochabamba. Se despide de Inti y su familia con un sentido abrazo.
Al llegar al lugar paga al taxista y saca la maleta. Se dirige a uno de los conductores de un surubí y le pregunta si va a Cochabamba, en el momento en que este le contesta afirmativamente, un tropel de impresentables, sin el menor respeto y empujándole sin disimulo, se le adelantan y, ante la perplejidad del viajero, se adentran en el vehículo tras pagar el pasaje.
Anonadado, por la total ausencia de educación de los primates, se queda sin reaccionar.
- ¡Pucha! ¡Estos salvajes no respetan canas! Cual chanchos revolcándose en sus propias heces, los hijoputas escupen a los pies del viajero los deshechos del acullico, y algún que otro equino, al que solo le falta rebuznar, se tapa uno de los caños y arroja sus asquerosas mucosidades junto al árbol, donde está apoyado el equipaje del atónito viajero.
- ¡Joder! ¡Solo les falta cagarse encima y limpiarse el culo con la mano! . Murmura en voz baja el viajero con evidente indignación y el volumen suficiente para que pueda ser escuchado por un oído atento.
El taxista que le ha llevado al lugar parece ecucharle y, al observa la torva  expresión facial de indignación del señor español, reacciona y se dirige a otro conductor explicándole que los incívicos no le permiten tomar ninguno de los vehículos. El chofer, que simulaba no percatarse del viajero, levanta su mirada y le increpa que tiene demasiado equipaje.
Entonces aparece el taxista que le había llevado el día anterior al parque Carrasco y le saluda alegremente estrechando su mano.
¿Cómo le va viejo amigo?  ¿Algún problema?
El viajero le explica que tiene dificultades para tomar uno de los vehículos, atestados de chanchos ignorantes, supuestamente por exceso de equipaje. Ni tan siquiera me dan pie a pagar dos plazas para poder tomar el micro.
El tipo lanza su carcajada y le dice que no se preocupe, que por ese precio, si consigue tres pasajeros más él le lleva en su taxi, mucho más cómodo y más rápido.
Levanta su voz y anuncia que por sesenta bolivianos parte inmediatamente. Tres personas, a las que les ocurría algo parecido con los puercos maleducados, aceptan el trato y el tipo le grita al viajero:
¡Andalucía, ven adelante conmigo!
Deja su equipaje, hay lugar de sobra en el maletero y el asiento delantero es cómodo. Parten de inmediato y en breves minutos sobrepasan a los surubíes que transportan la piara.
El taxista va a toda máquina y adelanta sin cesar a todos los vehículos que encuentra a su paso. Conoce la carretera de memoria, cada bache, cada curva y cada pendiente, lo que le hace ser extremadamente osado haciendo caso omiso de las prohibiciones de adelantamiento  e ignorando los riesgos de adelantar en las curvas. En varias ocasiones debe frenar bruscamente y arrimarse a los vehículos a los que adelanta, sacando a los que vienen de frente al arcén, haciendo caso omiso de las pitadas y   con el consiguiente riesgo de colisión. Pero el tipo, lejos de asustarse y aminorar su ritmo frenético de conducción,  parece disfrutar del riesgo y continúa haciendo adelantamientos cual si se tratara del juego de la ruleta rusa. En algunos momentos se vanagloria de su suerte diciendo que Dios todavía no ha decidido que haya llegado mi hora.
El viajero trata de darle palique para que se tranquilice con la conversación y vaya más despacio y adelante con prudencia. Pero el remedio no funciona, rápidamente se da cuenta de que el tipo, además de seguir con su loca carrera, se distrae con la charla y eso aumenta el riesgo de accidente; así que decide adoptar la misma disposición del resto de los viajeros que no han articulado palabra en todo el viaje, por timidez o por miedo.
En una de las curvas se observa una gran cantidad de vehículos mal aparcados a los dos lados de la ruta y que interrumpen el tránsito. La gente baja de los autos con los móviles en las manos. Un accidente explica el taxista. Esta curva ha lanzado infinidad de vehículos al barranco. Una cortina de humo negro se eleva desde el fondo. El taxista pasa sin parar pitando para que los curiosos se aparten evitando el atropello.
El comentario obligado: la gente toma esto como un morboso espectáculo; espeta el taxista indignado y apenado.
Llegan a los alrededores de Cochabamba en menos de tres horas, a pesar de los atascos, peajes y controles policiales. De repente, el viajero sorprendido, se vuelve hacia atrás al escuchar una leve voz que indica al taxista que le deje en uno de los cruces. Baja, paga su cuenta y se larga sin despedirse.
Al rato, es la muchacha que está detrás del viajero la que repite la misma operación y después, el pasajero que quedaba, que tampoco responde al saludo de cortesía del viajero.
Llegan al final del trayecto, se despiden amigablemente, el viajero le da los sesenta bolivianos acordados y el tipo le pide más por el sobrepeso de la maleta, el viajero le da diez bolivianos más y el taxista queda satisfecho.
¡Mierda con el amable taxista! Piensa el viajero. Sólo le preocupa sangrar al personal al muy hijoputa.
Llega al hotel con otro taxi. Deja el equipaje y almuerza antes de partir a casa de la familia de Roxana.
Toma un taxi que le lleva a la dirección acordada. En la entrada de la calle le espera el padre de Roxana y el cuñado. Le reciben con gran cariño. La casa de Roxana está muy avanzada. Ya está el material preparado para echar el tejado. La casa está quedando muy bonita con espacio suficiente para alojar cómodamente a toda la familia. Max parece encontrarse en buena forma y está preparándose para ir en breve a EEUU.
El viajero charla amigablemente con la familia. Reconoce a Cintya, la cuñada que estuvo en Pamplona, tiene una nueva hijita. La hermana menor se encuentra en avanzado estado de gestación de su tercer niño, no han querido saber si es la tercera niña o si viene el varoncito. Su marido es un muchacho culto, trabaja de profesor de sociales en una población del chapare no muy lejos de Villa Tunari. La visita es breve. No ha conseguido semilla de quilquiña para llevarle a Roxana. Se despide de la familia y se marcha a Cochabamba, con la gentil compañía del cuñado de Roxana que, amablemente, le acompaña hasta las proximidades del hotel en dos trufis mucho más económicos que el taxi y que, cortesmente, invitando al viajero, se empeña en pagar.

Todavía le da tiempo para darse una vuelta por la plaza, tomar unas instantáneas nocturnas de los edificios iluminados y ver la procesión de Viernes Santo.
Llama su atención el fervor popular y el respetuoso silencio reinante, únicamente se escuchan las oraciones y las marchas de las bandas que cortejan los humildes pasos.
Como curiosidad, se queda sorprendido por la prohibición de servir bebidas alcohólicas en los establecimientos de hostelería el jueves y el viernes de la Semana Santa. Eso le remonta a los tiempos pretéritos de cuando era niño.


Sábado y Domingo 07 y 08/04/2012.  Fin de la aventura. El avión de BOA traslada en volandas volanderas al viajero hacia su último destino: Santa Cruz de la Sierra. Vuelve al hotel Urbarí. En esta ocasión las tarifas han subido de precio, aunque le han dado un apartamento mejor. El viaje ha sido rápido, le han requisado (por su mala cabeza) la navajita que le regalaron Sofía y Juan. No se acordaba que la tenía en el equipaje de mano y, el atento policía aereoportuario ha detectado el arma letal. No había vuelta atrás y ha tenido que dejarla  a modo de donación involuntaria. Es difícil estar atento a todas la eventualidades. ¡Qué le vamos a hacer!
En el hotel le han recibido de forma familiar, se acordaban del loco español que viaja sólo.
Lo primero que ha hecho es tratar de organizar el equipaje pensando que únicamente tenía autorizada una maleta de veinte kilos. Después de descartar gran parte de lo acumulado en el viaje: folletos, ropa en mal estado, mapas y demás pesos innecesarios ha consultado la página del vuelo y descubre que puede llevar dos maletas. Vuelta a reorganizar todo.
En varias ocasiones se ha ido al centro de la ciudad para dar un paseo. Todo cerrado, es feriado y apenas se ve gente por la calle. La mayoría de las tiendas están cerradas. Se ha premiado con un bifé de chorizo en la Casa del Camba, recordando viejos tiempos.
Se ha retirado pronto y ha intentado reorganizar su abandonado blog. En el Chapare no había internet y en Cocha no tuvo tiempo para ordenarlo todo.
Aereosur se ha ido al tacho. Sus vuelos se han suspendido; al parecer están haciendo una auditoría. El gobierno "democrático" del MAS ha decidido cargarse la compañía, al parecer. Estaba cantado, el Presidente Evo ya había anunciado en días anteriores la quiebra de la compañia aérea.
El viajero, dentro de lo malo, ha tenido suerte y viaja en Líneas Aéreas Argentinas.
El domingo lo ha dedicado a darse un paseo, sin la cámara. Ha llamado su atención el hecho de que la gente sigue con las palmas a pesar de ser Domigo de Resurrección. Mientras paseaba por las calles céntricas de la ciudad, delante de sus narices y sin darse cuenta, se ha producido un atraco a una tienda de deportes que estaba abierta por rebajas. Dos tipos con la cara descubierta han encañonado a el empleado y le han quitado la guita. El viajero ha sido apartado violentamente por dos jóvenes que iban a la carrera dando voces. Los ha perdido de vista al doblar una esquina, se ha palpado los bolsillos para comprobar que todo estaba en su sitio y, al llegar a una esquina no más de cien metros más adelante ha enontrado un grupo de gente curiosenado y un tropel de periodistas con sus cámaras que trataban de filmar el interior de la tienda.
El viajero ha preguntado que ocurría y le han dicho que se había cometido un atraco y que los tipos habían huído a pie.
- ¡Joderse! los dos muchachos que casi le tiran de un empujón. Se dice a sí mismo.
Al escuchar al viajero hablar de dos muchachos huyendo, un policía le ha preguntado en que dirección y el viajero les ha señalado el lugar. Por un momento ha pensado que le iban a retener com testigo, pero el policía le ha dicho que no era preciso, que las cámaras de seguridad habían grabado el atraco y que pronto caerían los delincuentes. No obstante, le ha pedido la documentación y ha tomado nota de sus datos y del hotel donde se hospeda.
- Es cierto..., Santa Cruz se ha convertido en un lugar peligroso. Medita el viajero. Toma un ligero almuerzo en un restaurante de la plaza, hace algunas compras de regalo y se retira a la seguridad del hotel con la esperanza de que la policía se olvide de él.



Lunes 09 y martes 10/04/2012. Pronto se ha levantado el viajero para dar los últimos toques a su equipaje. Desayuna e, inmediatamente, toma un taxi para el aeropuerto. Ha tenido la precaución de salir con tres horas y media de adelanto por las posibles eventualidades y, ¡cómo no!,  ha acertado.
A escasos tres kilómetros del acceso al aeropuerto de Viru Viru , un bloqueo del vecindario de la zona, que protestaba porque los trufis (los micros o autobuses chiquitos) no entraban en la población. Se han colapsado las vías de entrada y salida de la ciudad en esta dirección en varios kilómetros.
Por desgracia para el país, la práctica del bloqueo continúa siendo el método de protesta de los bolivianos que, lejos de reducirse se mantiene, si es que no se ha incrementado, en los últimos tiempos. No en vano el Sr. Evo fue uno de los principales instigadores de este tipo de lucha cuando, antes de llegar al poder, era uno de los dirigentes del sindicato de cocaleros. Ahora le toca recibir la misma medicina.
El problema es que el mal hábito generado impide con excesiva frecuencia la libre circulación de personas y mercancías. Además, como los bloqueos se hacen sin advertencia, nadie puede estar seguro en sus desplazamientos de cuándo llegará a su destino ni dónde puede quedar atrapado.
Los taxistas comunican las posibles eventualidades que pudieren surgir en las rutas. En este caso, el primer taxi que quedó atrapado en el bloqueo era el nuestro y no sabía cual era la posible ruta alternativa para llegar al aeropuerto. Él mismo la descubrió: el conductor fue buscando posibles salidas, preguntando a los paisanos, probando fortuna por los caminos, hasta que, arriesgando los bajos del auto, encontró el modo de saltar la zona del bloqueo, dando un gran rodeo por caminos intransitables.
La carrera en lugar de costar treinta minutos se demoró casi una hora y media, pero el viajero pudo llegar a tiempo de tomar su vuelo. La última aventura boliviana, precisamente en el momento de su despedida.
El viaje de vuelta consistía en volar de Santa Cruz de la Sierra a Buenos Aires en Líneas Aéreas Argentinas, una parada en transito de seis horas y media en el nuevo aeropuerto de Ezeiza y después, desde allí, y con la misma compañía tomar otro avión hasta Madrid. Según lo acordado y sin retraso el avión llegó a las 15:30 hora española del martes día 10 de Abril de 2012.
Desde Barajas el viajero compra un billete en la oficina de Renfe del aeropuerto toma el bus que le lleva hasta Atocha cargado de sus dos maletones y después de tres largas horas de espera toma el Alvia hacia Pamplona.
La familia le recibe. Fin de la aventura.

NOTA: Esta página ha finalizado. Ya no habrá otro once. Pero no se descarta que pudiere haber un doce. ¿Quién sabe?. La verdad es que suena bien: doce del doce del doce a las doce doce. (Miércoles 12/12/2012 a las 12:12).

                                           


EPILOGO PASAJERO DEL VIAJERO
El viajero ha visitado cinco países.
Cinco meses paseando,
conociendo paisajes y gentes.
Cinco meses disfrutando.


Siente el espíritu pleno
de vivencias que ha sentido.
Los encuentros que ha tenido
y los sucesos surgidos,
en recuerdos se han tornado
y en su alma se han prendido.


El viajero está resuelto
a volver a aquellos lares
a conocer otros mares
a sentir nuevas vivencias y
a llenarse de experiencias.


El camino está marcado,
el sendero dibujado,
sólo queda recorrerlo.


Ahora toca un buen descanso:
recuperar las fuerzas,
para dar un paso atrás,
tomar impulso y …¡Saltar!.


El viajero solitario













9 comentarios:

  1. Luis : Nos has dejado con la miel en la boca!!1 Como ha terminado tu viaje ??' Te han comido los mosquitos ?' Has llegado vivo a Santa Cruz ??'

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  2. Hola Luis,

    Que no decaiga el ánimo. Hay que resistir hasta el final.

    Todavía no has llegado a abuelo cebolleta, te faltan muchas historias que vivir para contarlas, así que ahí te quiero ver.

    Aio. besicos
    Eduard y Laura

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  3. por fin de vuelta a casaaaaaaaaaaaa!!!!!!!!!!que bien!!!!!!!!!!! que ilusión!!!!!

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  4. FELIZ DIA DEL PADRE!!!DESDE ESPAÑA TE MANDAMOS UN ABRAZO Y BESOTE ENORME DE TUS HIJITAS LAS GUAÜITAS Y TE MANDAMOS UNA SORPRESITA. BESIKOSSSSSSSSSSS Y BIENVENIDOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!

    QUE PASES BUEN DÍA, NOS VEMOS PRONTO

    REVISA TU CORREO

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  5. Luis: Vete preparando el viaje BOLIVIA- PERU - ECUADOR para el 2013. TE ACOMPAÑO

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  6. AQUI YA SE APUNTA UNO A TU NUEVO PERIPLO...UUUUUUUUUUUUUUUUU QUE DURA ES LA VIDA DEL ORIENTADOR JUBILADO...QUE DURA....JAJAJAJAJAJ
    BESITOS PAPI Y DISFRUTA DE LO QUE TE QUEDA!

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  7. Luiiiiiis!!Soy Susana que tal estas?¿ madre.. hay que estudiar una carrera para poder mandarte un comentario por aquí aaaajajaj pronto te tenemos de vuelta!!Mis padres y yo estamos enganchados a tu blog y a las aventuras que estas viviendo en tu periplo!! y lo mejor es que en breve nos las podrás contar en persona!!! espero que te encuentres muy bien por allá y estés disfrutando de la última etapa de este primer viaje, mucho ánimo besos y abrazos!!;)

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  8. EL REPORTAJE DE UYUNI TE HA QUEDADO ¡MU SALAO! COMO TÚ. ÁNIMO, APROVECHA, QUE YA TE QUEDA POCO.

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  9. Viajar a otras culturas es un viaje de autodescubrimiento y enriquecimiento. Acompañarte de profesionales es como tener un mapa en un territorio desconocido; te guían a través de las maravillas y desafíos culturales

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